lunes, septiembre 18, 2006

Colaboración

He aquí una colaboración de un nuevo amigo, espero que la disfruten:


ESQUELA DE NOVIEMBRE

Bajé del taxi que mas bien parecía una reliquia de antigüedad, solo faltaba un par de cuadras. El vuelo no había sido nada agradable, aun no estoy seguro si los tragos fueron para aguantar los terribles espasmos de aquella ave metálica, o para contrarrestar el dolor que se hacia más intenso conforme la ciudad iba recobrando salvajemente su tamaño. La furia fue aun mas febril al momento en que nos internábamos en las profundidades de aquel frío bosque de concreto.

Pérfida era la lluvia que sin piedad dejaba sobre mí su aliento de indiferencia, una enemiga más. Pero qué podía hacer yo contra aquel poder. Qué podía hacer yo contra el destino, que una ves que te marca, solo queda actuar. La luna tímidamente me miraba a través del reflejo de los espejos, que se habían formado en mi camino, como queriendo sosegar mis intenciones. El maullido de los gatos resonaba en mi cabeza, tal si fuera llanto de violines de alguna pieza musical austral.

Era un gigante de cinco pisos, maltratado por los años, donde yo había conocido la dicha y donde en unas pocas horas no solo perdería eso, sino también la mitad de mi vida. Subí por las escaleras acompañado por las sombras de aquellos fatuos pensamientos. Entre al apartamento que dejaba ver un decorado vanguardista casi minimalista, el lugar estaba impregnado de un aroma de mujer. “La mas señora de todas las putas, la más puta de todas las señoras” -como diría un sabio español- Pude ver una silueta por la puerta entre-abierta del cuarto de baño y deje sonar las llaves en la mesa de cristal, pretendiendo ser alguien más.

–llegas temprano- resonó a distancia, una sensual voz femenina.

Colgué mi abrigo en el perchero y me senté el sofá, meditando cual seria la siguiente jugada para el Jake Mate. Coloqué un disco en el reproductor, era el primer volumen de Corcobado y sus boleros enfermos de amor. En poco rato salió, de la ducha, aquella figura de diosa y yo solo vi pasar su aroma. Me perdí por momentos entre círculos de sol, pero el track No. 6 me sacudió de súbita manera, para volver a la maldita realidad. Me incorpore de golpe y saque del bolsillo de mi saco, a la que seria la única testigo de aquel trágico día.

Abrí la puerta como queriendo derribarla y ella se sobresaltó, no por el ruido que provoque, sino por la impresión de ver a quien no esperaba -que... que haces aquí- gritó, sintiéndose indignada. –no hay nada que decir, todo esta dicho- le respondí al momento en que lentamente cerraba los ojos. En ese instante sentía que moría y volvía a nacer, me sentí solo, muy solo, confundido; quise salir corriendo de aquel lugar y despertar al día siguiente fingiendo que todo era un estúpido sueño. Pero en este mundo no hay lugar para los sueños ni mucho menos para estúpidos como yo. Abrí los ojos con el mismo sigilo y la vi allí parada, simulando ser una estatua con vestido de noche, seguía muda y cada ves mas pálida. Para mí todo giraba a mil revoluciones y las luces venían a estrellarse ferozmente contra mis ojos, en ocasiones solo alcanza a distinguir su estilizada silueta. Un suspiro se apoderó de mí, estremeciéndome completamente. La primera lagrima cayó de mi mejilla y en ese mismo instante un rugido de plomo ahogo de seco un grito de ¡noooooooo! Y desapareció en su vientre.

Jake Mate. La jugada estaba hecha la Reina había muerto, el problema, que yo era el Rey. Nunca he creído que exista un DIOS, pero desee intensamente poder creer en él, para que me castigase de la peor manera por lo que acababa de hacer, quería que el juez Caronte me condenara al “Cocito” y eternamente hervir en ese río infernal de sangre.

Respire profundamente y más llore desconsoladamente. Me acerque a mi amada y le limpie el rostro, le acomode su elegante vestido, que combinaba con el color del desamor. Le di un beso en sus labios rojos, de un intenso rojo, como su sangre. Saque de mi bolsillo un anillo que coloque en su dedo anular y susurrándole al oído dije -Tal ves a ti se te olvido, pero a mí no. Feliz aniversario-

Son las nueve menos diez, arrinconado por el frió de noviembre, bajo la marquesina del edificio esperando que un taxi se asome por aquí. De pronto aparece un caballero apresurado por llegar a la entrada

-buenas noches- me saluda con una voz autoritaria, y toca el numero de interfon que yo conozco de sobra. Yo solo asiento con la cabeza. Alzo el cuello del abrigo y me dispongo a retirarme caminando. –diviértase amigo, la noche es joven- me incita aquel dandi, ignorando lo que le depara al subir. –yo ya no estoy para eso- le respondo secamente – pero estoy seguro de que usted lo hará- me doy vuelta y me marcho...

Fernando Martinez Cruz