domingo, agosto 07, 2005

Las Hojas

El que recuerde, ¡Que brinde! y sino, pues que haga lo que quiera. Solo que algunos se pueden convertir en simples entes con patas y antenas... o morir de pena moral, automaticamente, pensativamente, premeditadamente como solían hacerlo algunos que ni siquiera tuve la oportunidad de conocer... Espero que les guste.

Las Hojas

Cuando él miró a la ventana, dos hojas iban cayendo, alternando lentamente sus movimientos, ¡tan armoniosos! Y recordó cuando su alma erraba con ella en las calles, en los parques, en los bares y hasta en los techos. Si bien el mundo estaba lleno de odio, de lluvia y de pesadumbre, nada importaba, pues mientras sus ojos se fundían se veían las flores, su rocío y las aves revoloteando en las copas de los árboles. Recordaba también cuando sus pies entraban en el lago de la plaza y se tocaban en el invierno temporal, intercambiando vidas, intercambiando almas. Y el cielo era testigo del mal pero del bien de las dos almas perfectas…
Hasta que un día él llegó al lugar donde siempre sus ojos se fundían y sus pies se tocaban, recordaba él, y se quedó mirando su reloj de arena, uno que había sacado de su scrabble para medir el tiempo que ella se demoraba… Pero nunca, nunca había tenido que compenetrarse con él tanto como para contar diez millones de granos, llegar hasta cero y mirar vacía la parte de arriba y de paso su corazón. Pero él no se contentó con mirar a su compañero sino que siguió mirando los granos que se llevaba el agua de la famosa “playita Victoria”. Hasta que no pasaron tres lunas y tres soles, recordó él, no comprendió que ya el cielo no era testigo de nada, que nunca más se iban a fundir sus ojos para ver las flores, su rocío y las tan bellas aves que revoloteaban en el horizonte de las copas de los árboles; y después de ver las tres lunas y los tres soles, volvió a ver la miseria, el odio y la pesadumbre del mundo.
Cuando él miró a la ventana, dos hojas iban cayendo, alternando lentamente sus movimientos, ¡tan armoniosos! Y de pronto vio a su compañera cayendo a su lado, entrelazando sus almas mientras el zig-zag los iba confinando hasta el fondo. Y cuando tocó el suelo, una gota que caía de una nube negra y pesada lo aplastó…
Y no recordó más.

Simón Pedro